El árbol de Navidad es uno de los símbolos navideños más atractivos para los niños.
Un color característico de la Navidad es, sin duda, el color verde (el musgo, el muérdago, el acebo, el abeto y el pino son muestra de ello).
Diferentes versiones nos cuentan de dónde viene la tradición de poner un árbol en Navidad.
Una primera versión dice que San Bonifacio cortó un fresno perenne y plantó en su lugar un pino. Otra versión, algo más brusca, dice que San Bonifacio cortó un roble e hizo desaparecer todos los de su alrededor a excepción de un abeto. Ese árbol superviviente comenzó a ser venerado como el abeto del niño Jesús. Y así comenzó una tradición, que no llegó a España hasta bien entrado el siglo XIX.
En la actualidad el debate se centra en las modas y, para los árboles navideños también existen; cada año salen al mercado adornos de lo más novedosos y la moda se centra en un color o varios colores para decorar el árbol. Además existen alternativas decorativas con material reciclado, motivos temáticos, o incluso, con adornos hechos por nosotros mismos.
Ayer montamos con Martín nuestro pequeño árbol, que nos acompañará durante todas las fiestas en nuestro salón. Lo que más sorprendió a Martín fueron las luces. Parece ser que las bombillas en el árbol son “símbolo de la luz en el mundo” (antes se utilizaban velas). También le encantó colocar los adornos “a su manera”, ¡ji!
Vemos que es importante, mientras los niños son pequeños, tener decoración que no se rompa con facilidad ni que pese demasiado.
Este año nuestro árbol luce en tonos rojos y dorados, además hemos colocado algún adorno significativo para nosotros: un angelito que hizo yaya Rosa, un corazón que nos hizo una amiga, unas bolas que hizo la madre de un alumno de Mari hace unos años y, una manualidad en forma de pino, regalo del primo Jaime.
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