Durante las vacaciones de Navidad, una mañana dimos un paseo por el Balneario de Panticosa. Martín no había estado desde que era pequeño y le apetecía conocer su estupendo lago.
Lo primero que nos llamó la atención era que no había nada de nieve, una lástima para la época del año en que nos encontramos.
El Balneario está situado en una espléndida pradera, a 1636 m de altitud y goza de unas condiciones naturales que lo hacen único en España. Su acceso se realiza por una carretera de curvas y lo separan 8 km. del pueblo de Panticosa.
En 1966, Baños de Panticosa fue declarado Conjunto de Interés Turístico Nacional, aunque en los últimos años no se ha cuidado demasiado.
Entre sus valores arquitectónicos destacan: el edificio del Casino, el Gran Hotel, las Termas de Tiberio, la Capilla del Carmen y los templetes de las Fuentes, todos con un marcado estilo historicista.
Con la falta de nieve, aprovechamos para dar un paseo por los circuitos de la pistas de esquí de fondo. Nos encantó sobre todo la zona del lago y la cascada de Argualas, donde aprovechamos a hacernos unas bonitas fotos.
El balneario de Panticosa tiene mucho más que ofrecer, ya que desde aquí parten muchas rutas montañeras hacia las altas montañas e ibones del Pirineo aragonés. Y sin duda, el refugio de Piedra es el lugar de partida o final de casi todas las rutas que parten del Balneario.
Además, las aguas del Balneario de Panticosa se caracterizan por ser hipertermales, emergiendo de la tierra a una temperatura de 53ºC, lo que la convierte en una de las aguas más termales de nuestra Península y de Europa. Por sus características, presentan acciones analgésicas y son muy beneficiosas para el tratamiento de diferentes enfermedades.
¡Toda una jota, el Balneario de Panticosa!
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