Desde muy pequeño Martín ha demostrado debilidad por los animales, en concreto, por los gatos.
Tenemos unos vecinos que tienen dos gatos y Martín, aún siendo un bebé, los miraba con curiosidad.
Ahora que es un poquito mayor, le gusta acariciarlos y jugar con ellos.
En nuestra pequeña excursión del fin de semana pasado en Yebra de Basa, nos encontramos con un gatito que nos acompañó durante todo el paseo, ¡Martín se puso muy contento! Corrieron por el camino, subieron y bajaron bordillos, escalaron barandillas, el gato maullaba y Martín lo imitaba… Se convirtió en un “auténtico amigo”.
No hay ninguna duda de que los niños tienen una tendencia innata a empatizar con los animales.
La gran sensibilidad de los animales hacia los estados de ánimo y su capacidad para reaccionar a ellos, los convierte en grandes aliados de la educación emocional.
De algún modo, al observarlos y relacionarse con ellos, los niños descubren muchas cosas sobre ellos mismos y se identifican de manera natural con los animales.
En este sentido, esa fascinación infantil por los animales representa una magnífica oportunidad para educar.
Entre otras cosas, permite:
- Educar en la empatía hacia el resto de seres vivos.
- Formar a buenos observadores.
- Fomentar la pasión por el conocimiento.
- Transmitir la conciencia del entorno natural y su conservación.
Ya le hemos dicho a Martín que volveremos otro día a Yebra a visitar a “nuestro nuevo amigo”.

¿Cómo que volver a Yebra a ver los gatos? Mejor adoptar uno y que esté fijo en casa!!!
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Gracias Esther por tu comentario!
Ahora no entra en nuestros planes, ¡je! De momento nos conformaremos con tener “amigos” e irlos a visitar… a ver en un futuro.
Me gustaMe gusta