En una entrada de hace unos días, hablamos de la visita guiada que hicimos a las Iglesias del Serrablo, organizada por la Comarca “Alto Gállego”, y entre muchas cosas de las que nos hablaron, fue de las maravillas de la Iglesia de Ordovés.
Así que hace dos domingos nos decidimos a visitar este bonito paraje de La Guarguera.
Ordovés es un pequeño núcleo habitado que se enclava en el valle del río Guarga, a unos 19 kilómetros al sur de Sabiñánigo. Una vez se toma el desvío hacia Boltaña, por Laguarta, y nos vamos adentrando en La Guarguera, lo primero que llama la atención es el paso bajo el gran puente por el que circula la autovía A2.
A los pocos kilómetros, hay que tomar un desvío a la izquierda, dirección Ordovés y Abenilla.
Enseguida se divisa la iglesia y se llega al pueblo.
En Ordovés únicamente hay una vivienda habitada, edificaciones de labranza y su preciosa iglesia dedicada a San Martín.
Se trata de una de las quince iglesias que componen el conjunto de las Iglesias del Serrablo, y es la más “humilde y armoniosa” y por lo que hemos sabido, fue la primera que la Asociación “Amigos del Serrablo” restauró.
Esta iglesia es el único testigo conservado del románico Serrablés en la Guarguera y está fechada en el primer cuarto del Siglo XI. La iglesia puede ser visitada aunque no hay muchos restos de los frescos y esculturas con los que contaba. Según nos han contado, fueron expoliados hace muchos años, y otra parte de las pinturas están en el Museo Diocesano de Jaca. Cuenta con un pequeño cementerio a la entrada a la iglesia.
La iglesia se encuentra en lo alto del pueblo sobre una explanada que cuenta además con unos bancos de piedra, con unos bonitos dibujos de animales esculpidos.
Después de la visita a la iglesia dimos un agradable paseo por la carretera hasta llegar al puente, sobre el que discurre un riachuelo, y descendiendo un pequeño tramo se llega hasta el depósito de agua y una fuente.
El agua, en esta época del año, baja “alegre” y va formando bonitos saltos por las rocas.
Sin duda es un lugar a donde merece la pena “escaparse” para disfrutar de su belleza y tranquilidad.
