Posiblemente una de las emociones que más sufrimiento conlleva y que peor gestionamos los padres y los maestros, sea la rabia.
Como el resto de emociones, son básicas para nuestra supervivencia, puesto que nos aportan una información útil. El problema viene cuando la rabia, o cualquier otra emoción, tienen una intensidad, duración o frecuencia por encima de lo que consideramos normal.
Según Álvaro Bilbao, las rabietas en los niños siempre tienen un motivo.
- A veces, simplemente el niño tiene hambre, está cansado o quiere que le cojan en brazos. Son necesidades fisiológicas y afectivas que no saben pedir de otra manera.
- Cuando no hay límites claros. De repente se le impide hacer algo que no esperaba y el niño se siente confundido.
- Cuando no consigue lo que quiere. Igual que nos ocurre a los adultos, el niño se frusta al no alcanzar lo que se proponía.
- Cuando necesita seguridad. Si el niño se siente frustrado confundido o perdido, sentirá la necesidad de estar con sus padres para que le ayuden a regularse. Habrá que mantener la calma, darle tiempo y estar disponible para cuando se calme.
- A veces imitan lo que ven. Si el niño ve que sus padres gestionan la frustración con gritos y pérdidas de control, puede que únicamente esté imitando lo que ve.
Según Rafa Guerrero, psicólogo y doctor en Educación, los padres, los maestros y los profesionales debemos hacer un esfuerzo para diferenciar entre la emoción de rabia y la conducta asociada a la rabia. El enfado, la rabia y la frustración son legítimas siempre, pero empujar, insultar, faltar al respeto o vulnerar los derechos de los demás, no es legítimo ni admisible. “Juan, comprendo que estés muy enfadado (emoción) pero eso no te da ningún derecho a empujar a tu hermano (conducta)”.
Las rabietas son muy frecuentes entre los dos y los cinco años, aproximadamente.
Hay que tener en cuenta que las rabietas es un momento normal en el desarrollo evolutivo de los niños. Todos los niños pasan por ahí, con mayor o menor intensidad o duración.
El lado positivo de las rabietas, es que si se es capaz de encauzarlas y gestionarlas bien, aportan un gran aprendizaje a los niños. Uno de estos aprendizajes es que son imprescindibles para que entiendan que no todo es posible en esta vida; les ayuda a aumentar su tolerancia a la frustración y fomentan el apego seguro.
